Cruzo
el umbral por última vez y pareciera que los recuerdos nunca se detienen,
recuerdo mi vida entera, el nacer entre bosques de pinos y criarme en una
jungla de cemento, el ver mi primer amor y el despedirme del último, el vivir,
el crecer y, finalmente, el morir. Los recuerdos se funden, entremezclan y se
despiden para finalmente dejarme, convirtiendo mi existencia en la imagen de un
viejo cerezo: Que fue creciendo en cada día, que vio el florecer de sus recuerdos
y de sus últimas hojas la caída. Y es que hoy termina mi último otoño y cada
hoja de recuerdo me deja para darle paso al eterno invierno espectral.
Cruzo el umbral por última vez y
escucho los pasos a cada lado, los pasos de aquellos que me cargan con cariño y
tristeza, que me cargan en sus corazones y que más nunca me olvidarán, aquellos
a los que cuidé y protegí ya se valen por sí mismos, hacen sus vidas y forman
sus propios recuerdos, me alegro por ellos y me voy para permitirles seguir
seguros en su andar.
Cruzo el umbral por última vez y siento
el silencio vivir a través de este parque, morada de los otros, aquellos que se
ven tan lejanos y hoy ya están tan cerca, tal como lo han estado, sin que lo
supiera, en cada paso de mi vida y cada pensamiento fugaz, eran ellos los que
gritaban mi nombre en las horas finales y hoy me esperan con los brazos
abiertos para permitirme descansar.
Cruzo el umbral por última vez y me
despido del mundo, porque hoy yo pertenezco a esta sociedad de los callados,
adiós existencia mía, adiós hijos queridos, cuando se cierren las puertas de
este pequeño umbral, línea entre comienzo y fin, vida y muerte, yo habré dejado
esta hermosa existencia, pero lo habré hecho porque era tiempo, porque me
espera finalmente la paz.
Rafael
D'Heredia
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