En algún momento un simple jardín
conectado a una iglesia, hoy parece un lugar detenido en el tiempo, un lugar
equivocado en posición, el silencio mismo en medio de la ciudad. Todo
evoluciona, todo se transforma, todo se moderniza, excepto este último bastión
de vegetación y reflexión en medio de un mar de tortuosa locura y decepción.
La
lluvia cayó esta noche, lo siento en las hojas de la naturaleza viva que habita
entre los pilares muertos de un templo humilde y anciano, puedo sentir en las
ramas de los árboles centenarios una nostalgia normalmente imperceptible,
porque ese es un espíritu distinto al de Santiago... ¿Dónde estoy?, ¿Es éste el
lugar en el que estaba hace unos minutos?, ¿Por qué este lugar está lleno de
recuerdos?, ¿Por qué el trinar de los pájaros me es tan ajeno?... Este es quizá
el último patrimonio del espacio natural que abundaba en las penumbras de la
historia de la capital.
El
tiempo se precipita, todo continúa su andar, menos este mundo aislado, que
duerme, descansa, anhelando un bello pasado, que la ciudad, esclavizada por el
ajetreo y el ruido, parece ya haber olvidado.
Rafael D'Heredia
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