Los días no parecen pasar jamás, siento
que vivo en un instante detenido en el tiempo, un instante espectral, un
instante muerto. El silencio jamás se rompe, las sombras jamás se mueven y las
puertas de tantas casas de piedra jamás se abren, aquellas puertas de los
vecinos que viven de fiesta, una fiesta callada de siglos en que celebran el
silencio y el descanso eterno ocultándose en lo profundo de cada muro, de cada
edificación, de cada espacio de tierra, sé que me rodean y, sin embargo, nadie
parece seguir existiendo.
Y
yo vago aquí en soledad, recorro los eternos caminos y descanso en los
interminables parques, me pierdo en las tinieblas y me vuelvo a encontrar con
la llegada del día, soy alma solitaria, espíritu que descansa en la eterna
caricia de la paz, sueño de vivos, vida de muertos, noche final de la que jamás
llegaré a despertar.
Rafael D'Heredia
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